Nahuel Gutierrez 2022-09-26

Crónicas de la violencia política.

El odio no es nuevo en nuestro país. En nuestra historia podemos encontrar magnicidios como el del gobernador Manuel Dorrego, líder popular del federalismo, el de Facundo Quiroga, Vicente “Chacho” Peñalosa, Felipe Varela y el asesinato en el senado de Enzo Bordabehere, entre otros. La violencia política tiene su raíz, ¿esto lo justifica en pleno siglo XXI?

Crónicas de la violencia política.

Como muchos debemos suponer, el odio no es nuevo en nuestro país. Quienes gustamos de la historia podemos ver que, a lo largo de la misma, se encuentran episodios dramáticos, algunos más estudiados, otros silenciados y muchos imborrables de la memoria colectiva de la sociedad. Aún en tiempos donde olvidar era casi una obligación.

En esta triste faceta de nuestra historia podemos encontrar magnicidios como el del gobernador Manuel Dorrego, líder popular del federalismo. Otros, como el de Facundo Quiroga, Vicente “Chacho” Peñalosa o el de Felipe Varela, todos con una connotación política insoslayable.

Ya a principios del SXX, el asesinato en el senado de Enzo Bordabehere, fue un hito que marco los tiempos de una época, donde los intereses particulares determinaban la vida de dirigentes políticos y afines.

Así podemos ver que la violencia política, fue aumentando sin prisa, pero sin pausa a lo largo del siglo XX.

En esa línea podemos ver casos como el de la “Semana Trágica”, donde grupos de jóvenes de ultraderecha, miembros de la llamada “Liga patriótica” asesinaron a obreros de los talleres Vasena. Como también se daban paralelamente en la Patagonia, en lo que Osvaldo Bayer describió en su libro “La Patagonia rebelde”. En ambos casos queda expuesta la violencia de estos grupos de jóvenes de la elite nacionalistas y de extrema derecha que veían en las huelgas obreras y en la participación política de sectores populares, una amenaza a su statu quo.

Así podríamos seguir mencionando diferentes episodios nefastos, donde la violencia fue apareciendo como la normalidad.

Sin embargo, esta violencia llegará a puntos inimaginables hacia la década del 70, pero antes es necesario hacer una precuela de lo que (desde mi punto de vista) fue un episodio bisagra en este relato de violencia. Será recién el 16 de junio de 1955, cuando el presidente elegido una vez más por grandes mayorías, sufra un intento de asesinato, nada más y nada menos que por parte del ejército argentino, específicamente de la fuerza aérea, quien bombardeo durante horas la actual plaza de mayo y casa de gobierno, dejando un saldo de 308 civiles muertos y por lo menos 800 heridos que estaban allí circunstancialmente.

Este hecho, casi cinematográfico, no fue profundizado en ningún libro de escuela a lo largo de por lo menos 50 años, con lo que es imposible entender los años futuros, sin tomar dimensión de lo que significó el golpe de Estado al segundo gobierno de Juan Domingo Perón.

Este hecho no solo fue un retroceso democrático con la proscripción del partido más popular del momento, la prohibición de su mención o de cualquier símbolo que represente al peronismo. Si no que también en términos sociales, ya que la autodenominada “Revolución libertadora” (término que deberíamos corregir a “fusiladora”) asume el poder eliminando todo tipo de derechos sociales ganados por los trabajadores en los gobiernos del general Perón.

De esta manera sucederán una serie de episodios que marcarán a fuego la sociedad argentina, uno de ellos quedará plasmado en una de las obras periodísticas y literarias más importantes de nuestra historia, como fue los fusilamientos de José León Suárez, donde Rodolfo Walsh escribirá su obra consagratoria “Operación Masacre”. Este hecho no solo significó el fusilamiento de trabajadores, militantes peronistas, sin ningún tipo de juicio previo, ni justificación, sino que también podemos decir que inició el periodo de la llamada “resistencia peronista”.

Por eso, no se puede desatender estos hechos, ya que tienen un hilo conductor claro, que va a tomar cada vez más volumen hacia los años 70, con la organización de las guerrillas, el secuestro del cuerpo de Eva Perón, y como respuesta el futuro secuestro y asesinato del militar Pedro Eugenio Aramburu por Montoneros, como también la organización de la triple A, una alianza anticomunista que persiguió, secuestro y asesino a militantes de izquierda en un contexto de fuerte influjo revolucionario, teniendo en cuenta la revolución cubana, Mayo francés, etc.

Esta escala de violencia tuvo su peor fase en el último golpe cívico militar, dejando el saldo de 30.000 desaparecidos y la desarticulación de cualquier organización política que intente sobrevivir al terrorismo de estado. Esto tendrá un impacto directo en las siguientes décadas de democracia.

Continuará...

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