Redacción 2025-11-17T22:25:00.000Z

"Poder poner palabras es el camino": Entrevista a Roberta Cacace sobre salud mental juvenil

Desde la Casa de la Cultura, Roberta Cacace pone voz a una crisis silenciosa en esta entrevista de Leandro Iribarne. La terapista ocupacional analiza el impacto de la pandemia y la digitalización en los jóvenes: una generación con menos tolerancia a la frustración y dificultades para vincularse si no es a través de una pantalla.

"Poder poner palabras es el camino": Entrevista a Roberta Cacace sobre salud mental juvenil

Llegó corriendo a la Casa de la Cultura con su propio mate y se sentó sin demorar demasiado, sabiendo que decir sin aceptar apuro.

"Mi nombre es Roberta Cacace, soy licenciada en terapia ocupacional y estoy desde el 2020 a cargo de la dirección de discapacidad del municipio. Hace muchos años que hago clínica, con niños y con adolescentes."

Afuera, la plaza seguía con su vaivén, el ir y venir de motos que atraviesan el tiempo, bicicletas que doblan la esquina, piberio que sale del colegio en grupos que se deshacen.

"La práctica, en la carrera de terapia ocupacional, fue comunitaria en un centro barrial, trabajando con un grupo infantojuvenil. En Olivos, en un barrio que se llama El Seibo... es muy particular. Un lugar súper emblemático de Olivos, con casas hiperlujosas, implantado en un lugar a la orilla del río, colegios bilingües, trilingües, y hay un barriecito que costea, que es como una burbuja súper vulnerable y precaria."

"Era como un injerto muy particular. En relación a eso de la disrupción, la invisibilización, es un barrio muy invisibilizado. Creo que ahí me conmoví.”

El bullicio —un partido de ping-pong, un semáforo que junta fila— sirve de colchón a una conversación que, sin embargo, fluyó pronto a temas profundos.

“En una era en la que se supone que están hiperconectados, esta sensación de tanta soledad que tienen, como esa paradoja de hiperconexión, pero a la vez de tanto aislamiento, de tanta soledad.”

Una suerte de constatación clínica. A su lado, un pibe pasa corriendo con una mochila al hombro; un padre lo llama desde la vereda. La escena es cotidiana. La conversación, no.

“Cómo esto también está sufriendo tanta variación y se van alterando tanto los modos de vincularse en un proceso formativo… una pieza troncal en el desarrollo de un adolescente, como son las relaciones con pares.”

Lo que podría ser una metáfora, para Roberta es materia prima: pérdida de prácticas, erosión de habilidades.

"Otra cosa que me permitió también conocer, desde la dirección de discapacidad, es ver lo tardío que se llegaba a un diagnóstico, no un diagnóstico como etiqueta o rótulo, sino como puerta de entrada para presentar acompañamientos y abordajes."

No habla de teoría sin tierra, habla de chicos que llegan a sus reuniones y no saben qué conversar fuera de las pantallas, de tardes en las que la mirada se apaga cuando la mediación de una notificación falta.

“La violencia tan naturalizada a veces en las formas de crianza… fueron como dos cosas que me empezaron a llamar mucho la atención por la cantidad.”

Pienso en esos pequeños actos que nadie mide: un grito que vale por enseñanza, un golpe que vale por disciplina. En Monte —en la ciudad, en la casa de la cultura cada mediodía— las voces que sirven para imponer mapas de comportamiento conviven con ámbitos donde la contención debería aprenderse.

“Poder poner palabras es el camino…la salud mental, y el suicidio para mí no es la excepción. Es importante que lo podamos hablar y que lo pongamos sobre la mesa como un tema a trabajar y como sociedad.”

Hablar del suicidio señala una grieta: que sea visible, que alguien la intente soldar. Muchas conversaciones públicas evitan poner manos sobre ese terreno; acá se formula la insistencia contraria: hablar, nombrar, desmontar el tabú.

"Porque el hecho de no hablarlo, no impide que suceda, no desaparece."

Su expresión no se transforma en acusación dramática; registra, anota, recuerda. La transición del insulto en redes a la acción es una cadena que tratamos de desarmar frase a frase. Lo que llamamos “red” —esa red que conecta y también aprieta— se ve en su narración como un dispositivo que puede volverse arma.

“Creo que somos los adultos los que seguimos teniendo que tomar cartas en el asunto… qué personas queremos educar, formar.”

El reclamo más allá de políticas perfectas: pide presencia. Pedir presencia en una ciudad que corre a mediodía suena, a veces, a pedir una pausa imposible; sin embargo, la frase se planta como una necesidad mínima.

“Mis hijas me blanquean: ‘¿Para qué voy a matarme estudiando seis años de facultad si me voy a morir de hambre igual?’… no hay garantías.”

Esa línea roza algo que quizás ya sabemos pero no queremos mirar, la desmotivación estructural. El hartazgo generacional como respuesta a un paisaje donde la promesa de movilidad se ha vuelto incierta.

“En la salida del colegio, por ejemplo, no sabían de qué hablar… si no es mediatizado, las habilidades sociales se pierden, empieza la ansiedad, la inseguridad.”

Un grupo de chicos se cruzan sin mirarse.

"Cómo se alteró la capacidad de vincular, la profundidad de los vínculos."

Un niño que golpea la mesa de ping-pong, un celular que suena y se apaga, suena como la complejidad doméstica de un pueblo que vive con la sensación de estar demasiado cerca y, al mismo tiempo, demasiado lejos.

"En las redes directamente no te van a pegar en la cara, pero te van a pegar 500 personas que por ahí no conocés y en manada."

Roberta trae casos concretos: la pandemia como fisura que dejó huellas. No piensa en cifras abstractas pero sabe que los números estan detrás de cada consulta. Cuando habla de los adolescentes rurales que perdieron años de niñez por trabajo o encierro.

"Creo que la pandemia hizo como una irrupción y dejó esta pandemia de hoy en salud mental. Que lo hizo mucho más visible y extensivo. Hoy la salud mental es algo que atraviesa absolutamente a todos."

Me pregunto cuántas veces la palabra “conexión” se ha vaciado hasta quedar como eslogan. En la charla esapalabra se rellena otra vez con contenido: aislamiento, interrupción del desarrollo, ansiedad que nace de la redundancia de pantallas.

"Estamos viendo que está descendiendo la capacidad de aprendizaje, el coeficiente intelectual de las generaciones que están totalmente digitalizadas."

Importa no tanto la persona como el diagnóstico, no tanto la empatía sino las palabras que la nombran.

"Los niños permanecen en la sillita de comer con una tablet y todavía no aprendieron a caminar. No aprendieron a hablar."

La violencia aparece, en su relato, como un tejido que incluye linchamientos digitales y la naturalización de prácticas domésticas. No es una dialéctica sencilla entre bueno y malo, es una red de factores.

"La poca tolerancia a la frustración, la baja de capacidades de habilidades ejecutivas, de todo lo que tiene que ver con atención, con memoria, con concentración."

Poder poner palabras es el camino…. Repito la frase porque creo que en ella hay una intervención mínima pero trascendente. Cuando terminamos la entrevista, y la veo levantarse otra vez con su mate, pienso donde queda el Estado en todo esto.

"La incertidumbre de la perspectiva del futuro, pero también la del presente."

No hay soluciones simples. Pero se reconocenlas faltas: redes de escucha que fallan, docentes que no alcanzan, familias que no saben cómo acompañar. Sin caer en el catastrofismo. Entre charlas aparece la idea de una pedagogía posible: escuchar con herramientas, restaurar prácticas de atención, enseñar a conversar sin mediación.

Persisten algunas preguntas: ¿cómo hablamos? ¿qué escuchamos cuando hablamos? ¿qué hacemos con lo que escuchamos?

"El número a nivel estadístico de depresiones, de ansiedad, de autolesiones, de que estamos manejando hoy en población infanto juvenil nunca se vio.

Contamos con muy pocas herramientas para la dimensión de lo que ellos hoy están atravesando y a lo que están expuestos."

La Casa de la Cultura sigue con su polifonía urbana: sincronías que se cruzan, charlas sobre la puerta, risas de niños. Roberta se aleja hacia otra reunión, mate en mano."El número a nivel estadístico de depresiones, de ansiedad, de autolesiones, de que estamos manejando hoy en población infanto juvenil nunca se vio.Contamos con muy pocas herramientas para la dimensión de lo que ellos hoy están atravesando y a lo que están expuestos."


La inesperada fila del jueves.

La inesperada fila del jueves.

Una escena mínima que se volvió ritual. En este relato Leandro Iribarne, cuenta la historia detrás de la fila que une a vecinos en El Querido.

Un hilo que nos une: 246 años de historia viva

Un hilo que nos une: 246 años de historia viva

Con la mirada de Alejandro Cortés, los 246 años de Monte vuelven a desplegarse como un hilo continuo de memorias y transformaciones.